Devorados por El Mercado

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La pequeña capilla Jesús Reparador, en el cruce de las calles Miroquesada y Andahuaylas es, al borde del mediodía, quizá el único lugar en varias manzanas en el que los acontecimientos se suceden regidos por el orden ritual. Con la nave al tope y una inusual fila de camarógrafos atentos a las primeras hileras de bancas, el sacerdote engola al máximo la voz al anunciar el responso dedicado a las almas de los caídos hace doce años en el incendio de Mesa Redonda, sin duda la más grave tragedia ocurrida en Lima, el 29 de diciembre de 2001.

LOS QUE PERMANECEN  Y LOS QUE PARTIERON (FOTO: LAMULA.PE)
LOS QUE PERMANECEN Y LOS QUE PARTIERON (FOTO: LAMULA.PE)

Afuera, el incesante hormigueo del mercado más grande y expansivo de la ciudad lo devora todo. Se traga la canción que, al interior del templo, acompaña a decenas de familias que recogen a prisa los porta-retratos alineados en la escalerilla al pie del altar y en las molduras de las paredes. Deja apenas oír las declaraciones a la prensa de los deudos y los damnificados. En unos minutos, nos tragará a todos: unas cuarenta personas tratando de mantenerse juntas a la salida de una misa dominical no son nada para la vorágine comercial que reúne cada día de la temporada de fin de año a unas setenta mil personas.

FOTO: LAMULA.P
FOTO: LAMULA.PE

«Ya me aburrí joven, todos los años lo mismo, habla con mi compañera nomás«- dice en tono amable, pero firme, una señora que rechaza a un presumible estudiante de ciencias sociales, que sin cámara o micrófono, luce de poca utilidad para la causa práctica: lograr el reconocimiento de las indemnizaciones, y que progrese la petición al respecto que han entregado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ante la indolencia de las cortes peruanas, en las que ninguno de los señalados como responsables recibió penas de consideración.

FOTO: LAMULA.PE
FOTO: LAMULA.PE

«Hablarás la verdad«- le dice una mujer a otra, mirándola a los ojos, ambas con las fotografías de sus hijos impresas en baners plásticos. Ya fuera del reducido atrio de la capilla, los banderines y flores que se alistan para la obligada visita al cementerio El Ángel se confunden con el cotillón amarillo, los antifaces, los tubos de espuma y las piñatas en forma de botella de cerveza. «Pidan justicia«- indica un dirigente a las familias que declaran a la televisión. La mitad del grupo se ha ido, haciendo grandes ademanes que traduciría como «ya nos vemos allá» y «primero voy a almorzar».

Antes del inminente desbande, un camarógrafo corpulento y acalorado decide por fin una composición a la altura del drama y logra reunir a un puñado de familias. Un hombre que posa con el retrato de su hijo adolescente ataviado con toga y birrete, pide tres hurras por los muertos. Los gritos y aplausos detienen un instante al gentío que se arremolina al ver las cámaras. En poco menos de un minuto, el hombre improvisa un discurso sobre la justicia, el dolor y el cansancio y se da maña para desear a «los periodistas que nos apoyan», un feliz año 2014.

UN DEUDO IMPROVISA UN DISCURSO. ES LO MÁS CERCANO A UN RITO CIVIL (FOTO: LAMULA.PE)
UN DEUDO IMPROVISA UN DISCURSO. ES LO MÁS CERCANO A UN RITO CIVIL (FOTO: LAMULA.PE)

Si bien en la capilla, ante el mutismo de los deudos, es un sacerdote el que habla del dolor y la paz final, de descanso eterno y de la búsqueda de consuelo, aquí en la calle varían los términos y cualquiera puede hablar: se pide justicia, se pide indemnización, terapia física y sicológica, se muestra a las cámaras fotocopias de expedientes judiciales y partes médicos, asuntos en los que poco tiene que hacer el Padre Eterno, pues para eso están la Corte Suprema y la CIDH. Es en realidad lo más cercano a un rito civil, un momento para hablar en voz alta de derechos negados, del Estado y de lo que significa para pequeños comerciantes, trabajadores de venta minorista, y regentes de puestos de mercado buscar justicia en el Perú.

Alguien despliega una banderola. El texto en ella está corregido; donde se leía «Por fin encontramos encontramos la luz y la justicia«, la frase «Por fin» está oculta tras un parche en el que se lee «NO». Donde se leía «nuestros seres queridos ya descansan en paz«, alguien ha tachado «ya» y ha escrito también «NO». La historia nunca deja de escribirse. La justicia para un largo duelo se escribe como negación.

FOTO:  TALLER DE ARTESANÍA SALVAJE
FOTO: TALLER DE ARTESANÍA SALVAJE

No es lo único que se ha borrado y vuelto a escribir en esta historia. La plazuela que el municipio limeño destinó a la memoria de los caídos y que se inauguró en 2002 en el cruce de los jirones Cusco y Andahuaylas, desapareció en 2006 para dar lugar a una galería comercial.  En realidad, todo lo que está sobre el suelo entre las avenidas Abancay y Grau sufre la presión por nuevo espacio para depósitos o galerías comerciales. Cualquier casona, callejón o edificación de pocos pisos está bajo amenaza de ser arrasada por la rentabilidad, por la fuerza imparable de El Capital para el que no hay más valor que el de multiplicarse y rendir. 

IMAGEN RETOCADA CON EL AVANCE DE LA PLAZUELA DEDICADA A LA MEMORIA DE LA TRAGEDIA, HOY DESAPARECIDA (IMAGEN: REVISTA CARETAS)
IMAGEN RETOCADA CON EL AVANCE DE LA PLAZUELA DEDICADA A LA MEMORIA DE LA TRAGEDIA, HOY DESAPARECIDA (IMAGEN: REVISTA CARETAS)

En la amplia vereda de retiro de la galería Cusco permanecen una docena de agentes del serenazgo, en una acción de «control del comercio ambulatorio». «Se trata de mantener el área sin ambulantes», explica uno de los muchachos uniformados, buscando la sombra del camión porta-tropas blanco que los ha traído al lugar. La desaparecida plazuela y esta vereda eran las únicas posibilidades de reunión para quienes insisten en recordar. Cuerpos para cuya memoria no hay espacio. Cuerpos de ciudadanos que conjugan en la misma porción de metros cuadrados en la que trabajan, el lugar de la acumulación y el esfuerzo, con el del recuerdo, el dolor y la pérdida de un hijo, un compañero, una madre, una amiga. Literalmente, hay que seguir sudando por el pan en el mismo lugar en el que el fuego deshizo lo amado.

EL AVISO DE LOS ACTOS CONMEMORATIVOS DE LA TRAGEDIA SE HACE UN LUGAR ENTRE EL PROFUSO AVISAJE DE OPORTUNIDADES COMERCIALES EN MESA REDONDA (FOTO: TERESA CABRERA)
EL AVISO DE LOS ACTOS CONMEMORATIVOS DE LA TRAGEDIA SE HACE UN LUGAR ENTRE EL PROFUSO AVISAJE DE OPORTUNIDADES COMERCIALES EN MESA REDONDA (FOTO: TERESA CABRERA)

Sin lugar de reunión, la gente empuja, los estibadores apuran, el bullicio apremia. La vida, el nuevo año que nos alistamos a recibir, la mercadería lista para despachar, se imponen sobre la muerte, sobre las deudas con el pasado, sobre los que se han ido y sobre los que permanecen. El Mercado exalta lo rentable, fagocita los cuerpos para instrumentar el consumo. Deglute lo inútil. La ciudad es su cómplice. No da tregua a la memoria.